La invasión de Ucrania ha sido una crisis lenta, tanto en desarrollo como reacción por parte de la UE. Tras la sorpresa, la gravedad e implicaciones geopolíticas han llevado a la UE a aplicar fuertes sanciones a Rusia (comerciales, personales y financieras), incluyendo la exclusión de varios bancos rusos del sistema de mensajería bancaria SWIFT y la congelación de las reservas exteriores del Banco Central de Rusia. Limitar el acceso de Rusia a los sistemas de pagos y su posibilidad de intervenir en los mercados de divisas tendrá un fuerte impacto en su economía y en su estabilidad financiera (de hecho, la reacción inmediata ha sido una fuerte subida del tipo de interés del rublo y controles de capitales).

Como ocurrió con Irán hace ahora 10 años, las sanciones y el bloqueo en SWIFT se traducirán previsiblemente en una fuerte caída de las exportaciones rusas (incluidas las energéticas, pese a estar teóricamente exentas del embargo). Dada la fuerte interdependencia económica entre Rusia y la UE, esta última también sufrirá. Pero es algo inevitable: no puede haber sanciones efectivas sobre Rusia que no tengan impacto en la economía europea.

¿Cómo puede afectar esta situación a España?

Hay que ser precavido al analizar unas circunstancias tan volátiles, pero se pueden distinguir dos tipos de efectos: unos derivados de las restricciones de suministro de productos energéticos, materias primas y productos industriales (tanto de Rusia, por las sanciones, como de Ucrania, por la guerra); y otros de carácter financiero, derivados del impacto sobre precios y tipos de interés. Podemos adelantar que, en el caso de España, los segundos serán bastante más importantes que los primeros.

Para analizar el impacto comercial y la dependencia estructural se ha usado la base de datos de Naciones Unidas, tomando como referencia datos de 2019 no distorsionados por el impacto de la pandemia.

España no presenta una elevada exposición a Rusia en términos de dependencia energética. En 2019 menos del 11% de nuestras importaciones de petróleo llegaban de Rusia, muy por debajo del 37% de Alemania. En cuanto al gas, de Rusia vienen apenas el 6%. Respecto a bienes agroalimentarios, la dependencia española tiene importancia microeconómica: de Ucrania provienen el 38% de las importaciones españolas de maíz, la cuarta parte de la cebada y dos tercios del aceite de girasol, además de un 10% del trigo. En cuanto a otros productos, España importa poco fertilizante de Rusia y apenas metales o minerales. Tampoco España es muy dependiente de servicios comerciales rusos, más allá del turismo y algunas empresas españolas de ingeniería y consultoría. Antes de la pandemia llegaban a España más de 1,3 millones de turistas rusos, y cabe esperar una reducción tanto por las sanciones como la depreciación del rublo. No hay grandes inversiones rusas ni ucranianas en España, ni tampoco hay grandes inversiones de España en Rusia o Ucrania, al menos en términos cuantitativos.

A nivel macroeconómico lo más preocupante para España serán los efectos financieros. Los precios del petróleo y del gas ya están subiendo y la normalización que esperaba el Banco Central Europeo para este semestrepara evitar una subida de tipos de interés resulta difícil. De hecho, la aceleración de la inflación energética podría contribuir a elevar las expectativas de inflación a medio plazo, lo que podría impulsar una espiral de precios y salarios. Además de los precios energéticos, cabe esperar una fuerte subida de los precios de los alimentos, espoleados por la reducción de las exportaciones de trigo (entre Rusia y Ucrania exportan más del 20% del total mundial) y cebada (un 16% entre ambos) y de fertilizantes (Rusia exporta el 14% de los fertilizantes mundiales y la mayoría de los nitrogenados). No hay que olvidar que la primavera árabe de 2010 tuvo lugar justo después de un fuerte incremento de los precios de este cereal (en ese caso, por fuertes sequías en Rusia y Ucrania).

La inevitable subida de tipos de interés ralentizará la recuperación económica en Europa, en especial en algunos países que, como España, iban un poco más retrasados. Respecto al endeudamiento público, la estrategia del Tesoro español se complica, pues era de aprovechar los bajos tipos para ampliar la duración media de la deuda en circulación para modular el impacto.

Habrá efectos en algunos países emergentes con los que las empresas españolas tienen un alto grado de exposición (Latinoamérica o Turquía).

En conclusión, tal vez la menor dependencia rusa de España le permita sortear los efectos sobre la economía real de esta crisis (más allá, por supuesto, de los graves efectos sobre empresas específicas), pero el mayor endeudamiento relativo de España y retraso respecto al ciclo europeo le pondrán en una peor situación en el momento en que los precios de energía y alimentos se trasladen al conjunto de la economía europea y los tipos de interés y los diferenciales de deuda recojan estos mayores riesgos.

Imagen: Bolsa de Madrid. Foto: FDV (CC BY-SA 3.0)